Page 56 - Revista No.2 2019
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A Durango
Mtro. José Everardo RAMÍREZ PUENTES
I. El inicio y en la noche eterna extendida como
alfombra, llovían como estrellas
Eras valle límpio, virgen, ruidos de cantos los ojos incendiados de aves nocturnas.
y chirimías, de tus entrañas minerales
brotaba el barro, medida exacta de tus II. La Conquista.
dioses, cántaro, vasija milenaria,
donde la sed como una niña huérfana dormía. Una mañana de luz desparramada,
el conquistador asomó por las montañas:
El deslumbrante fuego de las tribus piafantes bestias indomables,
¡oh valle de encantados vuelos! herían con sus pezuñas y ardientes belfos
en murmullos terrestres, nómadas, la tibia patria de las flores,
te seducía en medio de la noche, en lo que ya soñaba ser el Valle del Guadiana.
sitiada por el rumor luminoso de los astros.
Llegaron del sur buscando
En tu ancho cielo de cobalto, el oro, el relumbrante oro,
una sinfonía de plumas con su hoguera medieval,
se despeñaba entre las nubes, sus altos estandartes,
al ritmo interminable sus amaestrados perros
de una bronca respiración de aire. de voraz furia carnicera.
Tu nombre fue el rayo,
partiendo el alma resinosa de los pinos, ¡Oh Valle encantado de los tiempos iniciales!
la dulce soledad del agua, Sueño envolvente de ágrafa memoria,
desprendiendo las rocas y el silicio. territorio de vigilantes árboles,
Sí, tu nombre fue arcoíris donde la savia en sus lechosos troncos
arando el horizonte, anunciaba, como un canto, la definitiva,
madera de íntimos aromas la voz ferruginosa de tu nombre: Durango
crepitando al fuego
y pronunciando sílabas de brasas y cenizas Como un ciclón de escarabajos
en un altar rupestre de incandescentes glifos. violaron la catedral de luz
del Valle abierto,
Eras tierra inundada de lenguas soldados españoles de barbado rostro,
primigenias, huellas conversando mostraron el puñal
en el éxodo sagrado de las tribus, y la sedienta espada;
¡Oh tierra hospitalaria del águila y del lobo! el indio huérfano de dioses tutelares
sitio inmortal donde el sol iridiscente vencido dejó caer sus últimas lágrimas de
desplegaba una explosión de luz pedernal y fuego lacerante
en el cuerpo núbil de la mañana.
Un caudal incesante de ríos, Venía la cruz con su historial severo
arroyos y cascadas abrió tu vientre, el sahumerio, la mitra, el abalorio,
y de él nació la mazorca desgranada. el críptico latín del franciscano,
Entonces su harina feraz fue la ambición ciega de Ginés Vázquez de Mercado;
alimento, sangre y rito, venía la lengua de Castilla
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Saber Para Todos Número 2 Secretaría de Educación